El mercado global de vinos enlatados ha experimentado un crecimiento considerable en los últimos años. Aunque la botella de vidrio sigue siendo el envase preferido para el vino, la lata ha ganado popularidad debido a su conveniencia y portabilidad. El concepto de este tipo de envasado no es nuevo. Se remonta a 1917, durante la Primera Guerra Mundial, cuando el ejército francés proporcionaba raciones de vino en latas de metal a sus soldados.
La producción a gran escala comenzó en la década de 1930, con la introducción del moscatel en lata por Acampo, una bodega de California, en 1936. Desde entonces, varios productores han experimentado con este formato, enfrentándose a desafíos como la turbidez y la alteración del sabor debido a la interacción del vino con los materiales metálicos.
Los vinos enlatados han tenido problemas históricos relacionados con la turbidez y los olores anómalos, especialmente el olor a azufre. Estos problemas se deben a reacciones químicas entre el vino y los componentes de la lata, como el aluminio y el revestimiento plástico. Además, la presencia de sulfuro de hidrógeno (H2S) y otros compuestos azufrados puede alterar significativamente el aroma y el sabor del vino. Una realidad del pasado, ya que hoy es imposible experimentar esto.
A pesar de los desafíos técnicos, el mercado de vino enlatado ha crecido significativamente , y se espera que continúe expandiéndose. Sin embargo, la percepción de los consumidores sobre la calidad del vino en lata sigue siendo un obstáculo importante, ya que muchos lo consideran un producto de menor calidad con una vida útil limitada.
Los enlatados de buen gusto y calidad
Para abordar los desafíos asociados con el vino en lata, la industria ha adoptado varias estrategias. Entre ellas, se encuentra el control del contenido de oxígeno disuelto, que afecta el equilibrio de los compuestos de azufre en el vino. Tecnologías como los tapones de rosca con membranas de permeabilidad controlada han permitido un mejor manejo del oxígeno, reduciendo la formación de H2S.
Otro enfoque ha sido el ajuste del pH del vino y la reducción de los niveles de SO2, lo que permite modificar la estabilidad del producto según las necesidades de envasado. Además, la reducción del contenido de metales en el vino, como el cobre y el aluminio, es crucial. La utilización de agentes clarificantes como el copolímero PVI/PVP y sistemas de filtración efectivos, como la tierra de diatomeas, ha demostrado ser eficaz para disminuir la concentración de estos metales.
A pesar de los avances significativos, aún queda mucho por hacer en la investigación y el desarrollo de tecnologías para mejorar la calidad del vino enlatado y las percepciones sensoriales de sus consumidores.
En 2027 se espera un crecimiento global del mercado de vinos enlatados, alcanzando los 155.100 millones de dólares . «El objetivo del vino en lata es captar a consumidores diferentes que prefieren momentos más descontracturados y que no requieren de formalidades a la hora de tomarlo», declaró en una entrevista Marisel Millán, Responsable Comercial de Familia Millán.
Hoy la industria del vino puede superar los desafíos actuales y satisfacer la creciente demanda de vinos de alta calidad en estos formatos, convenientes por su portabilidad y porque permiten racionalizar el consumo sin desaprovecharlo. El vivo en lata se adapta a “solos y solas”: permite racionalizar mejor sin ser desaprovechado, en su porción justa , medirse bajo una prescripción médica o como una suerte de autocontrol para los winelovers que sólo se permiten el gusto los fines de semana. Y la sutileza que han desarrollado estos envases.