Los tiempos cambian! y las formas de vinificar, conservar y tomar también, asi que vale la pena revisar algunos conceptos básicos para adentrarse en el manual del buen bebedor.
Desde tiempos remotos, una botella de vino blanco, de un vino joven, esto es sin pretensiones de guarda, lease paso por barrica, es aconsejable consumirlo entre un año y dos desde su embotellado. En cambio si ha tenido paso por barrica su longevidad se alargará hasta tres o cinco años.
Pero si hablamos de una botella de vino tinto, si es joven, un vino fresco, su conservación es menos duradera por lo que se recomienda consumirlo dentro de los dos años posteriores desde su embotellado. Pero si ha pasado por barricas, u otros métodos de guarda ( ánforas, huevos de cemento, tanque de acero o piletas de cemento, no importa su método de conservación ) la vida del mismo se extenderá hasta por 8 años promedio, aunque hay botellas que han resistido hasta los 40 años sin perder las propiedades organolépticas.
Por supuesto esto siempre dependerá del maestro enólogo y la etiqueta que esté detrás, aunque sea un vino de autor, de bodega chica, familiar, en las que se suelen descorchar joyitas que » están muy bien», según palabras de entendidos.
Los vinos con crianza, con paso por barrica: entre cuatro a cinco años. Los vinos Reserva, son aquellos cuya elaboración demanda, como mínimo, un periodo de 3 años. En este tiempo, permanece al menos 12 meses en barricas de roble, entre ocho a diez años. Los Gran Reserva, que permanecen 24 meses en barricas u otros métodos de conservación: 15 años o más.
En la actualidad hay sistemas qua ayudan a la conservación como, por ejemplo, los tapones DIAM que reemplazan al tradicional corcho. Probado y aprobado por numerosos laboratorios internacionales, DIAM es un tapón innovador que conjuga la tradición de un obturador de corcho con la seguridad mecánica y organoléptica de un taponado tecnológico. Diferentes niveles de permeabilidad disponibles en función de las necesidades de oxígeno de cada vino.